viernes, 13 de marzo de 2009

Cazador casado…

En el mundo animal podemos ver reflejadas muchas de nuestras actitudes, si bien de un modo más primario, siempre está clara la manera en que nuestros comportamientos están basados en acciones que los animales realizan desde los comienzos.
Una vez escuché que cuando un coyote caía en una trampa, mordía su propia pata para poder liberarse. Sin importarle quedar dañado, en él prevalecía siempre el deseo de conservar su libertad. De un modo mucho menos material pero igualmente dañoso, durante algún tiempo esto sirvió como analogía a la sensación que me provocaba en el comienzo de una relación cuando sentía de alguna manera que las cosas podían empezar a enseriarse… y con esto no me refiero a situaciones extremas, sino a cosas que para el común de la gente resultan triviales, como ir de la mano por la calle, presentaciones en sociedad de cualquier tipo y ni hablar de la palabrita que empieza con “n” y que no siempre es tan “ovia” de ser usada.
Sin embargo (y con la psicosis ya planteada) recientemente me encontré en una situación poco convencional en la cual las tres características antes nombradas se combinaron casi sin pedir permiso y para asombro de mi persona, no solo que no me perturbó, sino que me sentí a gusto con que así sea.
Podría decirse que después de tantos productos marca acme mal gastados y la reiterada e inevitable circunstancia de abrir el paraguas mínimo sobre mi cabeza sin poder evitar que la piedra siguiera aplastándome, decidí cambiar la actitud del coyote por otra más atrayente pero, por otro lado… seguí leyendo algunas cosas sobre el comportamiento de este animal y pude ver que es uno de los pocos que conserva una pareja de modo monogámico y durante toda su vida… tal vez porque hasta para los más independientes en algunas ocasiones no es libre el no se ata a nada, sino el que se ata a lo que lo hace más feliz.

algunas verdades sobre las mentiras

Quizás sea porque no son las mentiras lo que más molestan, sino las verdades que traen tras de sí… pero con el tiempo me fui dando cuenta que al encontrarme frente a la revelación de una situación que había sido encubierta, no es tanto la farsa lo que me fastidia, sino la desconsideración de quien la fabula de no haber sido lo suficientemente precavido para conservar el secreto como correspondía. Entonces entendí que es la falta de cautela lo que pone en descubierto el verdadero desinterés de esa persona hacia la situación, porque aún pudiendo evitar repercusiones de sus acciones se permite hacerlas pasibles de nuestro conocimiento sin tener en cuenta que el solo hecho de enfrentarlas nos pone en un escenario obligado de reconocer lo sucedido y reaccionar frente a ello.
En estas circunstancias en las que involuntariamente nos es necesario afrontar un contexto que sin haberlo esperado ni pretendido, tenemos que entenderlo como propio, no es solo el hecho de tener que reconocer la realidad lo que inquieta sino también la sensación de quiebre de la confianza, la necesidad de reinventar nuestro concepto hacía una persona y después de ésto, el tener que lidiar con una situación que si había sido omitida, probablemente no sea de lo más agradable.
No pongo en tela de juicio el hecho que siempre va a prevalecer mi gusto por la verdad, por algo tan simple como que traduce lo que realmente es, pero no podemos dejar de tener en cuenta que en los casos en que por necesidad, gusto o mero entretenimiento la gente considere la opción de mentir, debería por lo menos sentir la obligación de hacerlo con la suficiente dedicación como para evitar ser descubiertos y si en el peor de los casos, es atrapado de todas maneras, por lo menos se pueda traslucir su entrega a evitar que esto suceda…
Si bien podríamos decir que quien miente es cínico, por hoy creo que en ocasiones el verdadero cinismo consiste en permitir ver las cosas como realmente son, y no como se quiere que sean.