domingo, 18 de enero de 2009

El olvido esta lleno de memoria – o por lo menos eso dijo Benedetti –

Errando y andando, mientras caminaba por una plaza me encontré con una escultura que llamó a mi atención. Cuando me acerqué para verla en su nombre decía “máquina para borrar recuerdos”. Si bien, lo primero que hice fue reírme, porque me resultó gracioso pensar lo útil y práctico que sería que nuestros recuerdos pudieran ser manipulados por una máquina según nuestro gusto y voluntad, por otro lado no pude evitar pensar que el hecho de olvidarlos nos llevaría a dejar de lado muchos de los momentos que los conforman en su totalidad, como esa sensación de poder concretar un momento soñado, o el mismo hecho de estar soñándolo, creer que la felicidad entera esta a su merced, aunque después podamos descubrir que solo fue un instante, como tantos otros…
¿Alguien conoce mejor sensación que la de vivir una situación como si la estuviera viendo desde afuera? El miedo a decir algo incorrecto o correcto o lo que sea… Quizás prefiera pensar que vale la pena la pena y sea mejor idea dejar de lado la impaciencia y aprender también a convivir con esos momentos que, sin ser enteramente agraciados, supieron regalarnos tantas sensaciones previas, hasta que finalmente y por si solos éstos también puedan convertirse en un recuerdo del cual aprender mas no sea que, no todo, no siempre es y aun así sigue siendo.
Seguí caminando, ya con más ansias de recobrar recuerdos perdidos que de anhelar olvidos, y a unos pasos más y para mi sorpresa encontré una segunda escultura, similar a la primera… esta vez fui directamente a leer la designación que le había sido dada y encontré para mi asombró, que el artista que las había creado posiblemente haya tenido esta misma visión de lo indispensable, porque la había denominado como “la máquina para recuperar recuerdos”

miércoles, 7 de enero de 2009

La reelección de la familia política…

Un amigo es un hermano que se elige, pero en el caso de la familia política podríamos decir viene incluida en el paquete, y su elección está por fuera de nuestra decisión y alcance. Esa persona dulce y perfecta trae consigo su propio clan, con todas sus historias y costumbres en común que nos resultan totalmente ajenas, de hecho podríamos compararlo a un club privado en el que para su ingreso se requieren una serie de pruebas y desafíos con las que se obtiene como resultado, la inserción (o no) al mismo.
No se si a manera de chiste de salón o realidad, pero en la mayoría de los casos la bienvenida a este nuevo círculo no resulta completamente acogedora, de hecho sería lo más simple compararla con una entrevista de trabajo en la cuál tenemos que ampliar convenientemente el curriculum presentado, o en algunos casos un poco más extremos podríamos imaginar la situación de manera análoga con una luz blanca y penetrante enfocándonos a la cara con una gotita de sudor en la frente como única compañera.
Por otro lado, en algunos casos se genera una situación totalmente contraría, inicialmente más conveniente, aunque confusa, en la cuál el “iniciado” no solo logra insertarse en el círculo familiar, sino que consigue un lugar de privilegio… Muy conmovedor y demás, pero en realidad y bajo riesgo de ser acusada de pesimista, es algo a considerar que en el hipotético caso que al relación no perdure no solo tendíamos que lidiar con una ruptura sino con tres o cuatro, porque resultaría comprensible ser plantada por un novio, pero no por su mamá, su hermana, o quién sea con quién nos hallamos infortunadamente encariñado. En estos casos solo quedan dos opciones: o desestimamos nuestro afecto a la filial en pleno o seguimos en contacto con su familia a pesar del hecho, lo que entre otras contrariedades puede llevarnos a escenarios como la penosa situación de ser presentada ante su nueva novia como “la ex”, obrando de arpía de la historia, y siendo esa persona la que va a ayudarnos a entender con un simple acto lo desquiciado de nuestro comportamiento cuando nos regrese como respuesta una mirada traduciendo una mezcla de pena, ira y desconcierto por la situación.
Ante estas circunstancias, una solución muy simple: evitar las presentaciones hasta que sea indispensable. Quizás lo veo de esta manera porque tengo muchos familiares y a todas sus peculiaridades como para querer incurrir en la búsqueda de nuevos talentos, pero de todas formas por algo será célebre la frase que nos advierte que mejor malo conocido…